Un arrollador ejército se había formado, poco a poco, desde los llanos del río Orinoco hasta las costas del Mar Caribe y desde éstas hasta las alturas del lago Titicaca; nada los detenía, ni la cruz de los sacerdotes ni la espada de los soldados, éstos habían venido allende el mar de los atlantes, su rey les había ordenado doblegar por la fuerza y poblar con la misma, todo territorio y a millones de gentes que no quisieren obedecerles.
Así mismo, poco a poco, las gentes de estos territorios, se doblegaron, sea por sorpresa, sea por astucia o por la misma fuerza de las nuevas armas y sojuzgaron a todos y poblaron muchos más, los vencidos abandonaron sus religiones, sus virtudes, sus culturas, sus lenguas y sus ciencias.
Volviendo al principio: ¿de dónde surgió ese ejército arrollador que mencionamos al inicio de estas letras?
La vida es como un río indomable y en las, mal llamadas Indias Occidentales, surgieron los blancos por el color de su piel, los negros también por su piel, los indios vencidos y entre todos ellos unas clases intermedias que en boca de un viajero (1802), Alejandro Humboldt, las clasificaba así: blancos americanos y españoles, indios, zambos y mulatos, pardos libres y negros esclavos.
Ante tal confusión de seres escribió un poeta, describiendo al protagonista de su obra, Tabaré: ¿…y quién soy yo, porque tengo piel blanca, pero como y hablo igual que un indio y voy todas las noches al bosque, a visitar una tumba que tiene una cruz de madera muy enmohecida?
Debemos aclarar que estas tierras habían cambiado de nombre, ya no se llamaban Indias Occidentales sino América, todo en función de un escondite cultural o camuflaje y para eso se usaban también las ciencias que venían de allende los mares, había que formar o educar a las nuevas generaciones en estos cambios que más desorientaban.
Entonces ese ejército arrollador estaba formado por esa variedad asombrosa de personajes a quienes se los había vuelto a clasificar como legítimos, ilegítimos, huérfanos, abandonados o expósitos; gran parte de ellos habían aprendido de la naturaleza: del jaguar, del puma de las serpientes, del sol, de la luna, de las estrellas y de los vientos y climas muy variados, el llamado arte de la guerra, iban casi desnudos eran los pobres y parias del planeta mal llamado América.
El historiador, digno descendiente de esas generaciones, Óscar Efrén Reyes, relata en su Breve Historia General del Ecuador y de las Américas, cómo esos hombres y esas mujeres expulsaron de sus tierras a esos grandes señores, con armas, joyas y títulos (reyes, virreyes, condes. Marqueses,…), mejor ubicados bajo la frase popular: “…el que paga para llegar, llega para robar”, y esa expulsión, dolorosa y cruelmente les costó mucha sangre a esas generaciones: el 10 de agosto de 1809, el 2 de agosto de 1810, el 24 de mayo de 1822 y el 9 de diciembre de 1824.-
EGREY. –